Historia del municipio de Las Palmas de Gran Canaria

La Ciudad Real de Las Palmas fue fundada por el capitán Juan Rejón en 1478. Los Reyes Católicos, deseosos de conquistar las Islas Canarias, enviaron a Juan Rejón al mando de 600 hombres aproximadamente. El 24 de junio de 1478 desembarcó Rejón y fundó un campamento militar que denominó el Real de Las Palmas en la colina de Vegueta. Según la leyenda, no se dirigió a Gando, como era su intención inicial, porque una anciana, considerada Santa Ana por Rejón, le advirtió que se quedase junto al barranco Guiniguada. Fue este hecho, según los cronistas, el que hizo que el capitán ordenara comenzar a construir una ermita dedicada en un principio a Santa Ana, y que actualmente es la ermita de San Antonio Abad. De esta manera, surgieron los cimientos del barrio de Vegueta y, por tanto, el germen de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria que ostenta el título de capital de Gran Canaria y también de co-capital del Archipiélago Canario.

En diciembre de 1487 los Reyes Católicos incorporaron a la isla de Gran Canaria a la Corona de Castilla. Posteriormente en 1506 Fernando el Católico concedió a Las Palmas de Gran Canaria y a la isla su escudo de armas. Carlos V le concedió el título de Muy Noble y Muy Leal Ciudad Real de Las Palmas de la Gran Canaria. De hecho, durante el Antiguo Régimen la ciudad tuvo el privilegio de ser la capital administrativa del Archipiélago, lo cual se refleja en la presencia de las instituciones representativas de la Corona cuya jurisdicción era extensiva a todo el Archipiélago, como el Santo Oficio de la Inquisición, la Real Audiencia de Canarias, el Obispado de Canarias o la Capitanía General, si bien esta última fue trasladada con posterioridad.

Las Palmas de Gran Canaria comenzó su desarrollo y evolución a partir de los solares que se adjudicaron a los conquistadores y colaboradores de la conquista en el primer reparto de tierras que se realizó en la desembocadura del barranco de Guiniguada. Este repartimiento fue llevado a cabo por el gobernador Pedro de Vera, que llegó mediada la conquista para sustituir a Rejón y enderezar el rumbo de la misma, dado que hasta ese momento el saldo general de la operación militar era favorable a los canarios. En el primer cuarto del siglo XVI el barrio de Vegueta, casco antiguo de la capital canaria, había alcanzado prácticamente sus límites históricos.

El sector histórico de Triana ya se estaba forjando paralelamente al otro lado del barranco, conformando la parte comercial y artesanal de una ciudad que crece siguiendo el modelo sevillano y que se halla en pleno proceso de urbanización en la segunda década del mencionado siglo. Se ha querido entender que los primeros comerciantes andaluces que residieron en este núcleo le dieron nombre a la calle y, por tanto, al barrio. Además hemos de recordar que la propia reina Doña Juana recomendó que el desarrollo de la naciente urbe se hiciese siguiendo el modelo de la capital hispalense, pues desde el principio la Corona española entendió a Canarias como una prolongación atlántica de Andalucía.

Ante la amenaza de invasiones por parte de corsarios y escuadras extranjeras, en 1576 Felipe II dicta una Real Orden por la que autoriza el envío y venta de esclavos a América para costear la renovación del plan de fortificación de Las Palmas de Gran Canaria, que contaba con algunas estructuras necesitadas de una reforma como el Castillo de La Luz, y ordena al ingeniero italiano Leonardo Torriani que viaje a la Isla para comenzar las obras de fortificación. En un principio, la muralla vendría por el barranquillo de Mata, en donde está situado el Castillo de Mata, y llegaría hasta el fortín de Santa Ana. La portada de Triana sería la puerta de comunicación con Las Isletas. De esta manera, la muralla conformaba los límites de urbanización de la ciudad todavía no muy densamente poblada, como demuestra el hecho de que la Isla contara con unos 12.000 habitantes a finales del siglo XVI.

El desarrollo en la ciudad se vio interrumpido a finales del siglo XVI por un hecho bélico de gran relevancia: en 1599, Las Palmas de Gran Canaria sufre el ataque del pirata holandés Peter Van der Does, que logra tomar por unos días la ciudad, saquearla e incendiarla por lo que tuvo que ser reconstruida en gran parte. Esta situación contrasta vivamente con lo acaecido años antes, en los que la ciudad logró la admiración de todo el reino al derrotar al famoso pirata inglés Drake, que ni siquiera logró penetrar en la ciudad y cuya derrota mereció la alabanza de Lope de Vega en una de sus obras. En este caso, el saqueo produjo un colapso y a la vez un nuevo despertar de la ciudad capitalina, y durante los primeros años del siglo XVII, e incluso en la segunda mitad de éste, se llevó a cabo la reconstrucción del lugar. El siglo XVIII vendrá caracterizado por la influencia del reformismo borbónico y de las ideas ilustradas, que vemos reflejada en la aparición de importantes instituciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Asimismo asistimos a la creación del Seminario de Canarias y la construcción del nuevo Hospital de San Martín o la realización de obras en la Santa Iglesia Catedral de Canarias.

Los hechos que hemos señalado conforman la historia de la capital grancanaria que sufre un nuevo golpe a su memoria histórica con el incendio que devoró el edificio del Ayuntamiento en 1842, incendio con el que se perdió información importante sobre toda Gran Canaria, dado que éste había sido la sede del Concejo durante el Antiguo Régimen, y por tanto cabeza administrativa de la Isla.

Poco a poco, desde la segunda mitad del siglo XIX, observamos el gran desarrollo y la transformación que se produce en Las Palmas de Gran Canaria, principalmente en la vida urbana. Esto sucede después de la epidemia de cólera que afecta al archipiélago canario en 1851. En esta transformación juega un papel fundamental la actividad portuaria y su consecuente expansión; así como la absorción paulatina del ya desaparecido municipio de San Lorenzo, cuya incorporación definitiva a la capital se efectúa en 1939. La ciudad desborda sus límites. Al finalizarse las obras del Puerto de Refugio de La Luz (que se convierte en el principal puerto del Atlántico medio y en el segundo de España por volumen comercial), se produce una evolución económica, social y política sin precedentes, gracias en parte al establecimiento de varias empresas extranjeras. Es preciso señalar que las obras del puerto fueron fruto del interés de la burguesía comercial inglesa afincada en la ciudad de convertir a ésta en plataforma comercial en el Atlántico, y su construcción se realizó trayendo desde el puerto de Bristol muchas de las piezas que a modo de módulos se montarían luego en su destino, constituyendo uno de los grandes retos de la tecnología del momento.

De esta manera, entramos en una de las etapas históricas más importantes de la capital canaria, es decir, la de su «modernidad», que se caracteriza por el reconocimiento a su importancia histórica y económica. Este reconocimiento culmina en 1927 con la consecución del título de capital de provincia y la creación de una nueva provincia en el Archipiélago, la provincia de Las Palmas, tras varios intentos a lo largo del siglo XIX que se vieron frustrados por intereses políticos contrapuestos; y posteriormente, con la llegada de la democracia y el reconocimiento de la doble capitalidad en la naciente Comunidad Autónoma de Canarias.

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