¿Quién fue La Dama de Rojo? Un misterio, de hace 18.000 años, replantea a la mujer en la Prehistoria

Una mujer tuvo el extraordinario privilegio de tener una tumba hace 18.000 años, en un momento en que nuestros antepasados raramente enterraban a sus muertos. Una tumba, un ritual, una lapida que indicaba que allí, bajo las losas de piedra, yacía una mujer, y flores, flores amarillas que impregnaron el lecho de polen. La enterraron dos veces, tuvo dos funerales.

¿Quién era? ¿Por qué la enterraron dos veces? ¿Quién le llevó flores? ¿Por qué pintaron sus huesos? ¿Por qué fue una mujer la merecedora de algo tan excepcional entonces como un ritual y una tumba que preservara sus restos? ¿Fue una reina? ¿Una artista? ¿Fue…?

La Dama de Rojo, así la llaman los investigadores que han encontrado sus huesos, pintados con ocre (del color de la sangre), enterrados bajo cuatro bloques de piedra en la cavidad más profunda de la cueva de El Mirón (Cantabria).

Al otro lado del teléfono responde a mi llamada, y a mis dudas, Manuel R. González Morales, de la Universidad de Cantabria, uno de los investigadores principales de la cueva de El Mirón. Le pido que me lleve hacia atrás, un viaje al pasado.

“El Ministerio del Tiempo no existe, Lorena”, me dice, pero no es cierto. De su mano viajo 18.000 años atrás, a los días en que vivó la Dama de Rojo.

“Efectivamente se han excavado montones de cuevas del Paleolítico Superior en la Península Ibérica, y no hay enterramientos, no era la regla. La Dama de Rojo debía ser alguien excepcional, alguien muy especial en la comunidad, representaba algo muy importante”, confirma Manuel.

¿La Reina de la Edad de Piedra?

-”¿Qué?” , le pregunto. “¿Cómo se era excepcional hace 18.000 años? ¿Podría ser la Reina de la Edad de Piedra?”
-”¡Ostrás!”, exclama Manuel. “No había reinas en aquellas comunidades. Al menos no es lo que pensamos”.

Era un momento en que hubo un resurgimiento de la figura femenina en el arte. Las Venus Paleolíticas de periodos anteriores, esas figuras de nalgas, vulvas y pechos colosales que tallaban en piedra, habían dado paso a representaciones más estilizadas y, fundamentalmente, a grabados pictográficos: uves y triángulos abundan en grietas y salientes.

Quizá la Dama de Rojo era una artista (sueño), quizá, una musa (sueño), quizá fue la mujer que inspiraba grabados teñidos de ocre en los salientes de la roca, quizá una líder de aquel grupo humano que habitaba la cueva… Manuel reconstruye los hechos:

“Aquí yace una mujer”

“A esta mujer le hicieron un ritual, la enterraron en un lugar claramente elegido, protegido al fondo de la cueva. En la pared que está pegada al enterramiento, hay una serie de grabados finos muy nítidos, grabados rupestres, profundos, líneas recubiertas por un complejo motivo que parecen dar forma a una figura humana, femenina, esquematizada, con triángulos encajando uno dentro de otro, que parecen formar ese triángulo púbico muy presente en representaciones paleolíticas”.

El enterramiento había sido señalado. Triángulos y líneas que parecen indicar: “Aquí yace una mujer”.

-“¿Por qué sabéis que la enterraron dos veces?”, pregunto a Manuel.

-“El esqueleto no estaba en conexión anatómica cuando lo encontramos. Los huesos estaban relativamente dispersados. Y no estaba completo. Encontramos la mandíbula, la tibia derecha y el peroné. Y vimos que la tibia tiene comidas las cabezas articulares, está la caña, pero faltan las cabezas. Claramente esos huesos habían sido mordisqueados por un carnívoro de tamaño medio, un perro, o un lobo. Entonces ya tenían perros que les acompañaban. Y lo que vimos en los huesos es la actuación típica de estos animales cuando juegan”.

-“¿Un animal sacó los huesos de la tumba?”

-“Efectivamente. Pero esa tibia, por encima de las mordeduras, igual que la mandíbula y el peroné, está recubierta de ocre. Esto lleva a pensar que reabrieron la tumba después de que el animal, de algún modo, la profanara. Embadurnaron los huesos de ocre, quién sabe si para purificarlos, y volvieron a enterrarla. Además, se llevaron los huesos más grandes, y el cráneo”.

 

Una ofrenda de flores

“Sabemos que posiblemente depositaron flores en su tumba”, me cuenta Manuel. Encontraron en el lecho de la cueva una gran concentración de polen de un grupo de plantas (Chenopodiaceae). Son plantas que tienen flores pequeñas, amarillas, y de un color gris verdoso. “El hecho de que los pólenes aparecieran agrupados indica que no los llevó el viento desde fuera, sino que había flores allí dentro”.

De los muchos estudios realizados hasta el momento de los restos de La Dama de Rojo sabemos que debía tener entre 35 y 40 años, que estaba sana (al menos en cuanto a lo que su esqueleto cuenta), que no era muy alta, algo más de 1,50 m, y sí algo robusta. Comía salmón, carne de ciervo, al menos la mitad de su dieta eran frutos secos, raíces, brotes de plantas y, sobre todo, vegetales, herbáceas, y también setas. Debía pertenecer a un grupo, de unas 20 o 30 personas, pasar en la cueva gran parte de la primavera, el verano, el inicio del otoño y, cuando venía el invierno, iría a la costa, con mejor clima. Tenía lazos de relación con otras bandas similares, y entre ellos se conocían, “algo así como parte de una Gran Nación, como dirían los indios americanos”, me dice Manuel. Es posible que entre aquellas bandas hubiera intercambios de mujeres. Quizá la Dama de Rojo era una de las elegidas.

Y, bien, ¿quién fue esta mujer? Reina, líder, artista, musa, amante o amada… Sin duda, su esqueleto rojo, acompañado de flores, indica que la mujer tenía un papel relevante en aquellos grupos de primeros humanos.

Regreso de mi viaje en el tiempo. Me habría quedado un rato más allí, comiendo salmón y buscando setas, sobre todo ahora que ya es primavera.

Todo esto, que me cuenta Manuel, es el resultado de 20 trabajos científicos que se han ido publicando en la revista Journal of Archaeological Science. Aún queda alguno por publicarse, como el de los resultados del análisis de ADN.

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