América Latina reconstruye sus puentes con el mundo árabe

En su reciente visita a Israel y los territorios palestinos, el canciller brasileño, Antonio Patriota, dijo que su país adoptará un mayor protagonismo en los esfuerzos de paz en Oriente Próximo porque, entre otras cosas, se propone tener una política exterior acorde con su peso económico. Brasil es hoy la hoy sexta economía mundial y podría ser la quinta en 2015.

Patriota pudo añadir otro dato relevante: el gigante suramericano tiene una de las mayores poblaciones de origen árabe –fundamentalmente descendientes de cristianos sirios, libaneses y palestinos- y también una de las mayores comunidades judías de la diáspora del mundo. En Sao Paulo viven casi tantas personas de origen libanés como en Beirut.

Brasil no es un caso aislado. Según diversas estimaciones, hoy hay unos 20 millones de latinoamericanos de origen árabe, de los cuales siete están en Brasil. Y todas las antiguas comunidades levantinas latinoamericanas, llegadas al continente en sucesivas oleadas desde finales del siglo XIX, han tenido en sus países de acogida un inusitado éxito social, político y económico.

Entre los presidentes de ascendencia árabe en la historia reciente de la región están Carlos Menem en Argentina, Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad en Ecuador, Julio César Turbay Ayala en Colombia, Antonio Saca en El Salvador y Carlos Flores Facusse en Honduras. El dueño de la mayor fortuna del mundo, el mexicano Carlos Slim, es hijo de libaneses.

La reciente cumbre de América del Sur y los Países Árabes en Lima, la tercera tras las de Brasilia (2005) y Doha (2009), subrayó esos viejos vínculos, pero intentándoles buscar un contenido de futuro. Hasta hace poco, las relaciones económicas en una y otra dirección fueron escasas. Pero el intercambio comercial bilateral se duplicó entre 2005 y 2011, pasando de 13.600 a 27.400 millones de dólares.

Con todo, ese volumen sigue siendo exiguo. Las exportaciones latinoamericanas a Oriente Próximo fueron de 25.772 millones de dólares en 2010, apenas el 2,91% del total regional, según un reciente informe del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA). Los países árabes son, en cambio, el tercer principal socio comercial de Brasil, absorbiendo más de 10.000 millones de sus exportaciones, cerca de un 11% del total. Si Brasil anticipa las nuevas tendencias del comercio regional, muchos caminos parecen conducir a La Meca.

Senderos que se cruzan

En Lima las diferencias culturales saltaron a la vista cuando los organizadores adecuaron la Biblioteca Nacional para que los visitantes árabes pudieran cumplir con sus plegarias en los horarios establecidos por el islam: al alba, al amanecer, mediodía, tarde, en la puesta de sol y al anochecer ( Fajr, shorook, zuhr, asr, maghrib, isha).

En el terreno político predominó el deseo de los dirigentes árabes de obtener un mayor apoyo de la región para la causa palestina en los foros de Naciones Unidas y luchar contra la “islamofobia” que perciben en Occidente. El presidente de Líbano, Michel Suleiman, católico maronita, propuso que los países participantes apoyen una legislación internacional para “criminalizar cualquier atentado contra la figura de los profetas y las religiones” y urgió a que Palestina sea pronto un Estado soberano.

El secretario de la Liga Árabe, el jurista egipcio Nabil El Araby, consciente de la estrecha relación del régimen sirio de Bachar el Asad con Venezuela y sus aliados, advirtió que en Siria la matanza puede todavía empeorar si el Consejo de Seguridad de la ONU no aplica los preceptos de su carta y “pone fin a los crímenes del aparato militar sirio”.

Pero en lo económico predominaron el evangelio de la inversión y el libre comercio al que se ha convertido el anfitrión, Ollanta Humala, y muchos de sus colegas para promover cadenas de valor transnacionales y acelerar las inversiones productivas. La primera cumbre acordó una liberalización comercial en un período de ocho años que fuera más allá de los niveles ya acordados en la Organización Mundial de Comercio.

Las condiciones son propicias. El fondo ADIA de los Emiratos Árabes Unidos (el mayor fondo soberano del mundo, junto con los chinos SAFE y CIC) tiene participaciones sustanciales en la Bolsa de São Paulo y una cartera considerable de bonos corporativos y soberanos brasileños.

Inversores árabes como el operador de puertos DP World han participado en la remodelación del puerto peruano de Callao. DP World tiene prevista además una inversión de 250 millones de dólares en Cuba para transformar el puerto de Mariel en un puerto de primera categoría.

El sector agroindustrial tiene especial interés en Oriente Próximo por una simple razón: América Latina concentra el 60% de las reservas de agua dulce del planeta y Brasil por sí solo el 13%. Hassad Food, filial del fondo soberano de Qatar, o Al Dahra Agricultural Company, de Abu Dhabi, por ello, están buscando ampliar su presencia en la zona.

Por el momento, solo dos bancos latinoamericanos, Banco Itaú y Banco do Brasil, tienen oficinas de representación en Dubai. Pero el gigante minero brasileño Vale ha instalado una planta siderúrgica de 1.000 millones de dólares en Omán. Emirates Airlines ya tiene vuelos diarios entre Dubai y São Paulo y Qatar Airways opera rutas entre Doha, São Paulo y Buenos Aires.

La reactivación de esas relaciones debe mucho a los empresarios latinoamericanos, muchos de ellos de origen árabe, que en 2009 crearon el Gulf Latin American Leaders Council, que organiza desde entonces viajes de negocios de sus miembros a países árabes y de empresarios árabes a la región.

Una historia de éxito

El “efecto llamada”, por el que los primeros inmigrantes “llamaban” a sus familiares o amigos para que se vinieran con ellos permitió la reproducción del modelo de familia patriarcal del Levante en tierras americanas. El pionero necesitaba a su gente para que le ayudaran en sus aventuras comerciales. La aldea siria de Fedara fue prácticamente vaciada por el “efecto llamada” entre 1909 y 1926. Sus habitantes volvieron a fundarla a miles de kilómetros de distancia, en la pampa argentina, con un nuevo nombre: “la Pequeña Siria”.

Aún así, en los años veinte del siglo pasado, prácticamente cada hogar de cada aldea de las montañas de Líbano tenía a uno o más de sus miembros viviendo en algún país americano. Con la conversión de maronitas, melquitas, ortodoxos o caldeos y otra confesiones cristianas árabes al catolicismo, la integración se aceleró. En los años treinta, las compañías textiles de familias como los Sahoria, Tahan o Tarbuch producían el 75% de los artículos de seda y el 25% de los de lana y algodón en Brasil; en Chile el 90% de artículos de seda, algodón y nylon y en Argentina el 50% de diferentes productos de tejido.

En los últimos años, salvo en la región de la “triple frontera” entre Brasil, Argentina y Paraguay y la zona de libre comercio en Panamá, la emigración árabe a la región casi se ha extinguido, aunque podría reactivarse por la huída de cristianos iraquíes y sirios de sus países. La mayor presencia de instituciones islámicas está relacionada con una emigración más reciente. La excepción es Venezuela, que tiene hoy la mezquita más importante de América Latina y donde existe una importante comunidad chií en Isla Margarita.

El protagonismo actual es el de los descendientes que renovaron las empresas familiares heredadas. En 1925 ya apareció en Buenos Aires el Banco Sirio Libanés del Río de la Plata, la primera institución financiera de capital árabe en América Latina. En 2007 murió en México, a los 106 años, Jorge Dipp Murad, fundador de los laboratorios Alfa, uno de los más importantes centros de la industria farmacéutica del país.

El empuje empresarial pronto se tradujo en relevancia política. En Argentina, el general Juan Domingo Perón escribió en sus memorias que “la gran pasión de los árabes es la política”. En los años cuarenta, Ricardo Jafet, miembro de una de las familias más ricas de Brasil, fue nombrado presidente del Banco do Brasil y luego ministro de Hacienda. En algunas de las provincias del noroeste argentino, los descendientes de árabes ocupan entre el 10 y el 35% de los cargos políticos: los Saade en Catamarca, los Menem en la Rioja, o los Sabbag en Neuquén.

En Brasil los descendientes de árabes tienen actualmente casi un cuarto de los escaños de las dos cámaras del Congreso y decenas de escaños en los parlamentos locales de los 27 Estados del país. En Ecuador, de los cuatro candidatos de ascendencia árabe que se presentaron a elecciones presidenciales, dos las ganaron: Bucaram y Mahuad.

El escritor libanés Amin Maalouf escribió en su libro Orígenes, en el que rastrea la historia de un tío abuelo suyo, Gabriel Maluf, que embarcó para Cuba en 1899, que su familia pertenecía a una tribu que desde siempre “vive como nómada en un desierto del tamaño del mundo”. Ahora sus descendientes tienen la oportunidad de tender un “puente entre civilizaciones”, como dijo Luiz Inácio Lula da Silva en la cumbre de Brasilia en 2005.

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